04 abril, 2010

El escándalo del antinatalismo de los católicos.

He estado en el sur de Chile donde el clima suele ser desapacible, por lo cambiante para el que no está acostumbrado, pero es tan bello que quedé maravillada. La ciudad se llama Coyhaique, capital de la región de Aysén.

Cuando salió el  tema de la enseñanza -para mí inevitable de tocar- la persona que me acompañaba, que no es de ahí, me contó con un tono de admiración incrédula que en esa ciudad había ¡28 colegios! para una población de unos 50.000 habitantes. _¿Y hay matrícula, tienen alumnos?_ pregunté, y me hizo un gesto con la mano diciéndome: _¡están llenos hasta el techo!....debe ser "culpa" de los inviernos largos y fríos....._ Yo me alegré visiblemente por la maravilla de que quieran traer hijos al mundo por sobre el promedio nacional, y se quedaron mirándome con cara de "ésta debe tener un  tornillo suelto". La verdad es que lo mismo pensé yo de ellos, pues están viendo  y viviendo en una de las  regiones más despobladas de Chile, un desierto, y no terminan de entender que la población es una riqueza para todo el país , no sólo son "bocas que alimentar" sino manos y mentes para hacer grande su región, que, dicho sea de paso, da para eso y mucho más. Está casi todo por hacer y tiene un potencial en turismo, ganadería y energía que ya se lo quisieran muchos.

No querer tener hijos por no pensar más allá de lo que todos hacen es estúpido; además, para un católico,  el negarse a dejar abierta la posibilidad de la vida en su matrimonio y/o hacer burla de la fecundidad de los demás son pecados contra el sexto mandamiento -directamente para ellos y de escándalo para el prójimo*  Este mandamiento entre otras cosas pregunta:
¿He influido de alguna manera —consejos, bromas o actitudes— en crear un ambiente antinatalista? 
Los que hemos tratado de vivir la sexualidad/castidad matrimonial con lo que pide Dios y manda en la Iglesia conocemos de esto muy bien, sé muchos ejemplos. Si sólo tuvieran en cuenta que el Señor BENDICE con la fecundidad y los hijos......

*Escándalo: "Ruina espiritual o pecado en que cae el prójimo por ocasión del dicho o hecho de otro" (RAE)

4 comentarios:

hna. josefina dijo...

Tal vez por pertenecer a familia numerosa; pero estoy totalmente de acuerdo con vos.
No comprendo -la verdad- como se puede pensar hoy tan de otra manera. Cada persona humana es algo tan grande... ¿cómo no querer colaborar a que sea?
De verdad me impresiona, me suena tan mezquino... ¿Cómo no querer extender el regalo de la vida?
No me pueden decir que es por no hacer sufrir a los hijos, porque la vida es mucho más grande que el sufrimiento, y además, los que tienen pocos hijos no son justamente los que tienen la vida más dura.
¡Perdón mi vehemencia! Pero has tocado un tema que me llega hondo. Y más en nuestros países que lo que necesitan es población.
¡Saludos!

Aeronauta dijo...

Querida hermana Josefina,no es por provenir de una gran familia que piense así, pues conozco a algunos que por ser parte de clanes numerosos no los quieren para sí....ni para los demás.....
Yo también soy vehemente en estos temas y debo pisar con cuidado para que me comprendan.

NO ES TEMA DE RECURSOS es tema de generosidad, de entrega, de compromiso, de amor.

Por otro lado hay tantos cerebros lavados. ¡Se casan poniendo barreras a la fecundidad! barreras mentales que llevan a barreras de acciones negando la vida, tanto, algunas veces, que aceptan el aborto porque ya un hijo sólo es engendrado a la medida de los deseos de los padres, cuando no "a la carta".... ¡cuánta razón tenía el papa Paulo VI en estos temas cuando promulgó la Humanae Vitae! fue profético.

Un abrazo, querida hermana.

tatacatito dijo...

No sólo bocas, mentes y manos; también almas de hijos de Dios

eligelavida dijo...

Creo que tienes toda la razón. Los católicos nos estamos dejando contagiar por el ambiente antinatalista que nos rodea. Nos olvidamos de la doctrina de la Iglesia o afirmamos que es demasiado dura y la consecuencia es que participamos activamente de la anticoncepción que, desgraciadamente, es un primer paso hacia la cultura de la muerte.