01 septiembre, 2007

De otra frecuencia


Nadie con estos pies gastados en el servicio al prójimo más desamparado puede ser insultada por su fe. Ha sido fiel a sus creencias hasta el agotamiento: ha creído con obras.
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Se reían mis hijos menores de nosotros, sus padres, mientras ellos ponían caras de molestia ante algo insoportable. ¿Qué pasaba? Que el chico tenía en su celular un sonido de alta frecuencia que nosotros estamos inacapacitados para oír, de ahí su jolgorio e incredulidad de que no escucháramos eso: es de otra frecuencia.

Lo he llevado al plano sobrenatural, pues muchas veces experimento una incredulidad parecida ante los que no pueden o no quieren comprender que las cosas de Dios no pueden ser medidas con parámetros humanos corrientes: son de otra índole, de "otra frecuencia" y viene muy bien aquello de que "el que tenga oídos para oír, que oiga".

He leído, otra vez en los comentarios a una entrada de Pato Acevedo ¡unas opiniones! acerca de la Madre Teresa de Calcuta y lo de sus noches oscuras de la fe, que impactan. Lo más suave que dijo ese comentarista habitual en ese blog (llega como mosca a la miel) es que la Madre Teresa era --léanlo bien-- Atea, malvada, por oponerse al aborto; hipócrita... de lo que recuerdo, pero creo que "es todo". O sea trasmite en otra frecuencia que no me atrevo a calificar, cada uno vea, pero que no entiende nada de aridez en la fe, dudas no me caben.

Así pasa cada vez que que la Iglesia habla de la vida, la justicia social, la moral en lo que sea, salvo en los derechos humanos de los nacidos y que han vivido para opinar. Todo se lee en clave política, sociológica, sicológica --pero sólo de ciertas corrientes--, etc. ¿Será de verdad tan difícil comprender que lo que creemos de "otra frecuencia"?

Nadie niega el pecado muchas veces gravísimo de algunos cristianos en general; no faltan los connotados católicos, por desgracia, pues se ven demasiado bien, demasiado tiempo, y desde demasiado lejos, cosa que por lo demás es posible por el estruendo que hacen los que no nos quieren para que no se acalle en un tiempo prudente como sucedería con cualquier otra noticia de escándalos.

No digo que se tape, pero tampoco que se sobreexponga bajo los focos, artificialmente. Quiero pedir: mesura, justicia e inclusive, misericordia con los caídos. ¿La conocerán?

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Excelente post!

gracias por "pillarme", al final no se si te llegó mi email pero de verdad que te lo mandé.

Chile Liberal dijo...

En realidad fue una vieja loca, que trabajó con otros que estaban incluso más chiflados que ella.

Madre Teresa exorcizada

¿Qué me dices del exorcismo?

Fíjate que esa mujer fue atea. La diferencia está en que somos muchos los que no sentimos a dios y vivimos nuestra vida sin problemas.

Aeronauta dijo...

Ya conozco tu opinión, así es que no me iré de nuevo de espaldas y trataré de repetirte lo que ya has oído en el blog de Pato Acevedo: es más meritorio perseverar cuando lo más caro para tí va cuesta arriba, como continuar siendo honesto cuando puedes robar sin contrapesos, por ejemplo. No por tener la tentación de hacerlo te hace ladrón, al contrario, ¡te hace más honesto! Acá igual.

Grandes santos, ENORMES santos, como el santo cura de Ars (al que poco se le conoce por su nombre, pues se destaca su virtud como nombre propio)sufrieron gran parte de su vida por tormentos del demonio, y el pobre cura decía: "Anoche me molestó el ****( no recuerdo cómo le llamaba al demonio) ¡vendrán pecadores!" y así ocurría; todo París, Francia y Europa iba a confesarse con él.

Santa Teresa de Jesús, doctora de la Iglesia también fue duramente maltratada por Satanás. Dios lo permitía y ella fue más santa por eso, entre otras cosas.

Nunca ha sido un pecado la tentación ni el que moleste el demonio, al contrario. Ser tentados y soportarlo sin pecar es motivo de grandes méritos y grandes gracias: son pruebas de la fe. Y asuntos tan feroces como estos ataques del infierno sólo se les permite a los grandes santos y salen grandes cosas como la tremenda obra asistencial de la Madre Teresa.

En fin, para qué abundar en este diálogo de sordos: hablamos en frecuencias diferentes.
¡Que tengas un buen dieciocho, compatriota!