23 abril, 2006

Fumata bianca y carrerón

A propósito de los post con suspenso de Eleder sobre la elección de nuestro amado Benedicto XVI, quiero compartir con Uds. el correo que nos llegó de mi hijo que estuvo ahí en ese momento. Es realmente de primera mano,de testigo presencial: se siente lo mojado por la llovizna, el olor al sudor que menciona y el latir del corazón acelerado por correr para estar presente en un momento histórico como la asunción a la cátedra de san Pedro de don Joseph Ratzinger.



¡¡¡¡Ahí va la fumata!!!!


Desde que comenzó el Cónclave, la sensación de todo el mundo era de un resorte estirado a la espera de que el humo blanco nos diera el vamos para la carrera contra el tiempo hacia Piazza San Pietro. Como estar permanentemente esperando el disparo de partida. ¿Por qué? pues porque según la experiencia de los que estuvieron el '78 el tiempo daba para llegar, pero solo si no se perdía un minuto entre dudas de qué hacer. Así, pasamos los dos últimos días a la expectativa, haciendo estrategias para llegar cuanto antes ya fuera desde la universidad o desde la casa.

Como vieron, la fumata bianca apareció a las 17:55 más o menos. No te imaginas la locura y la pérdida de papeles que fueron los siguientes 40 minutos. La gente de mi casa estaba absolutamente descontrolada, porque nos pilló a todos haciendo encargos; entre que no se sabía bien qué hacer, si cambiarse, dejar todo botado, ver la tele -recordemos que no sonaron las anunciadas campanas- : Un espectáculo dantesco.

Se veían luces sin apagar, personas que corrían por los pasillos gritando ¡fumata!, otro chileno diciendo a viva voz ¡el tren pasa a las 6 con 4!, botes de pintura en medio del pasillo con brochas dentro , en fin, que cada uno la dejó tal cual como lo pillaron.

La carrera fue increíble, y ya comenzó desde la puerta de la casa porque nos quedaban 5 minutos para llegar a la estación, luego el tren, y hasta San Pietro en un metro en que no cabía ni un alma más (yo me metí al más puro estilo japónico). La Via Ottaviano parecía la maratón de Nueva York.

Mucha gente de los más variados estilos, pero que tenían en común que iban todos corriendo: señoras con guaguas, frailes, monjas, jóvenes (con la ventaja que representa), viejos (un poco más lentos), todos ellos con cara de alegría y de "no llego". Yo corrí como nunca, escupí un pulmón y se me reventaba el cucharón, pero valió la pena.

Lamento que no me verán en la tele, porque llegué un minuto antes de que saliera el nuevo Papa al balcón, y solo pude quedar bajo las columnas del Bernini, con una vista lejana, pero directa, de la loggia. No se oía nada allí donde estaba; la gente pedía silencio para escuchar a nuestro Medina,que entre que lo dijo súper lento y yo sin parlantes, apenas pudimos entender el nombre: Gaudium Magnum! Habemus Papam! ...Ratzinger! ....Benedictus!.

Su discurso a medias entendido y su bendición. El resto fue todo alegría, jolgorio, abrazos. Sólo entonces como que te das cuenta de que estabas todo sudado, que llovía un poco, que había muchísima gente, y que volver a la casa no sería nada fácil. También de que me había separado de todo el mundo y estaba solo. En el camino ya me encontré con alguno más, cada uno exultando con la noticia, intercambiando informaciones sobre Ratzinger, y lo que había hecho para llegar a la plaza (alguno corrió unos cuatro kilómetros en veite minutos, con chaqueta y corbata). Una emoción grandísima. Ahora todo es contento y rezar por Benedicto XVI. Valió la pena. Lo que se había dicho era todo verdad: había tiempo para llegar, pero no se podía perder ni un minuto en dudar.

Acabo de releer el mail, y parece artículo de diario. Ya lo siento, si no les gusta pónganle un garabato de vez en cuando.
Un abrazo a todos

P.

4 comentarios:

Unknown dijo...

Muy buena carta, realmente transmite lo que debió ser ese momento ¿Qué andaba haciendo tu hijo por allá?

Aeronauta dijo...

Otro de mis "niños", por visitar a su hermano, el de la carta que les comparto, estuvo durante toda la agonía y muerte de Juan Pablo II ahí, en la plaza de San Pedro por largos momentos, mientras permanecían encendidas esas luces del palacio papal que no se me borrarán jamás de la retina.

hna. josefina dijo...

¡Buenísima la carta! Gracias por compartirla. Sólo con acordarse lo que nos pasó en la tele, que decían que había blanca pero no campanas... ¿se acuerdan? También me acuerdo la de Juan Pablo. Que no teníamos ni idea quien era...

Aeronauta dijo...

Yo quiero de verdad al papa que sea.

He vivido, como todos el largo y providencial papado de Juan Pablo II y lo he querido como a mi padre pues a todos nos marcó, pero, como dice Altisidora, cada uno es cada cuál y no se puede comparar sin ser odiosos y no corresponde pues ambos son unos personajes extraordinarios puestos por el Espíritu Santo an el lugar y momento adecuados para la misión que se les encomendó. Nosotros sólo somos fieles a la Santa Madre Iglesia al ser fieles al sucesor de Pedro, sea quién sea y a Benedicto XVI hay que darle tiempo, nada más para conocerlo de verdad sin el filtro de los mass-media.