18 noviembre, 2005

Primera Comunión en el hospital.



Llegó vestida de blanco y con sus florcitas adornándole la gruesa trenza de negro pelo, cuidada, aunque sin brillo. Podría haber sido una novia pero era una niña y estaba sentada en su silla de ruedas en el medio de la capilla del hospital estatal, mal tenido, atiborrado, con una infraestructura del siglo XIX que invita a cualquier cosa menos a la esperanza.

Sus padres y hermanos asistían en pleno a la misa del mediodía en que sería su encuentro con el propio Jesús sacramentado por vez primera. Me pregunté si serían muchas más, al verla allí, con su máscara, con sus ojitos tristes, grandes y elocuentes pero de un color notablemente amarillos; o más bien avergonzada de ser el centro de algo especial, porque lo era, ¡y mucho!

La madre daba instrucciones sobre el cuidado de las etampas conmemorativas que custodiaba el hermanito, y ¡cómo deseaba yo haber recibido una para recordar a esa niña, pero eran muy pocas: la familia era muy pobre y yo un espectador de paso!

La saludé sin besarla, por lo que llevaba mascarilla y algo hablaba de bajas defensas y mi cariño podría hacerle más mal que bien, pero con mi espíritu compartía esos momentos en los que no estaría presente por tener que marcharme ya. Le pregunté su nombre: Denisse; le ofrecí mis oraciones,me despedí en silencio, acaricié su brazo flaco y frío y antes de retirarme nos miramos largamente.
Ya no volví la cara, sólo el recuerdo.

1 comentario:

hna. josefina dijo...

¡Qué lindo!
Cuánta gente linda, vamos conociendo entre todos! Ahora es Denisse!...