"El pecado mortal debe ser algo muy --pero muy-- extraño, porque sus consecuencias son eternas."El el fondo es la evangélica pregunta de los apóstoles a Jesús: " «Señor, ¿son pocos los que se salvan?» El les dijo: «Luchad por entrar por la puerta estrecha, porque, os digo, muchos pretenderán entrar y no podrán.» " (San Lcas,13,23-24)
Yo siento que la posibilidad de condenarnos existe muy realmente y por eso el hijo de Dios vino a dar su vida y morir en la Santa Cruz por nosotros. Que hay quienes se condenan, hay sin duda alguna, pues de otro modo el Señor --que habló tanto del tema-- no insistiría como lo hizo.
Por otro lado, nos condenamos infinitamente menos personas de las que lo mereceríamos, gracias a la misericordia de Dios que mandó a su Unigénito a pagar por los pecados de todos los hombres de todos los tiempos. Para eso nos ha dejado la Iglesia para que nos guíe; sus mandamientos pues dijo: "El que acepta mis mandamientos y los cumple, ése me ama. Al que me ama a mí, lo amará mi Padre, yo también lo amaré y me manifestaré a él” (Jn 14, 15-21)", y sus sacramentos, canales de la gracia, especailmente el de la confesión, que nos reconcilia con Él --no por humillarnos, pues no lo necesita-- sino por nosotros, para tomar conciencia de nuestras fallas e ir mejorando como humanos imperfectos que somos.
Que el Profe Balla piense que el pecado mortal es algo muy --pero muy-- extraño es lo que me parece raro, por lo demasiado corriente que es, por desgracia. Bastan las tres condiciones clásicas para que lo sea y con la pérdida de la noción del pecado de la que hablaba el recordado Juan Pablo II, muchas personas se han relajado hasta considerar que basta con su criterio y cosas como 'sí, no se puede, pero....' ¡y vamos haciendo lo que el Señor ha prohibido y detesta pues nos hace mal a nosotros! siempre el mal que hacemos se vuelve contra el hombre.
Como recordatorio de las tres condiciones que se necesitan para cometer estas faltas las mencionaré acá:
- Materia grave.
- Pleno conocimiento de la gravedad del acto.
- Pleno consentimiento de la voluntad.
Como vemos, están consideradas las dos más altas facultades del hombre: inteligencia para conocer y voluntad para decidir. Si cometemos una falta así no será por inocencia, pues si lo fuera no sería pecado --quizás ni venial-- pues los inocentes son, por eso mismo, inimputables.
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